miércoles, 31 de agosto de 2011

BrAnD UpoN tHe BrAiN! - Guy Maddin

En la actualidad, la experiencia cinematográfica se ha diversificado tanto como los formatos tecnológicos. Un multiplex, un teatro en casa, un computador, un celular, cientos de pantallas y sistemas sonoros que se han miniaturizado y hecho portátiles o que, para los más ritualistas, se han enquistado en los espacios privados en toda una ortopedia que busca emular la vieja caverna cinematográfica, en la comodidad de un solipsismo no sólo consentido, sino estimulado por las nuevas costumbres.

Sabemos por los historiadores que el cine fue, en la etapa previa a la incorporación del sonido, un espectáculo con música en vivo e incluso con un narrador que acompañaba las imágenes con su relato oral o hasta la personificación de voces en todo un despliegue actoral. Así, el cine era cuerpo y voz, piano y orquesta, show en vivo y proyección acotada. En Japón el narrador (de cuerpo presente, todo un performer) llegó a ser más importante que las películas occidentales o locales que acercaba a su público. Se llamaba benshi y reinventaba cintas enteras con el poder de su voz. 

El cine reciente ha olvidado esa dimensión escénica de la proyección en las primeras décadas de su historia. Es decir, ha olvidado su infancia. Otros formatos audiovisuales han migrado hacia el arte pera recuperar esa dimensión performática, mientras que las salas de cine pierden fuerza ante las pantallas íntimas de la cotidianidad. Hay, sin embargo, al menos un cineasta que ha tratado de volver a aquellos tiempos en que el cine era presencia, actuación, orquesta, puesta en escena. Se trata de Guy Maddin, un maestro de la nostalgia que ha sido capaz de reactualizar el paradójico poder sonoro del cine en su época muda, o en los primeros tiempos de la sonoridad.

Guy Maddin

Nacido en Winnipeg, Manitoba, Canadá, ciudad donde ha residido casi toda su vida (con algún periodo de estancia en Toronto y viajes a otras latitudes para realizar algunas de sus producciones) Maddin ha desarrollado una cinematografía singular tanto en su factura como en su temática. Amante de los formatos menos estándar y más “arcaicos” (su favorito es el de 16 mm, aunque ha rodado en 35mm, en super 8 o incluso en video HD) cuando ha tenido que trabajar con formatos digitales ha procurado introducir retoques que doten la imagen de sus películas con la pátina de la resolución enrarecida del cine más antiguo. Priman en su obra las monocromías con distintos virajes y uno que otro pasaje por el color, la mayoría de las veces fugaces (algunos planos, incluso apenas fotogramas), en un universo oscuro y casi táctil de tan texturado y sensorial.

En cuanto a su temática, las películas de Maddin parecen incursiones en el gabinete donde se cuecen las pesadillas o los sueños más dulces de un individuo criado en el encierro abierto de las provincias. Descendiente de un grupo de inmigrantes islandeses que se instaló en Canadá a finales del siglo XIX, y cuya historia nutrirá una de sus primeras películas, Tales from the Gimli Hospital, Guy Maddin se crió en el seno de una familia huraña y rígida, aunque no necesariamente conservadora. Su padre, Chas Maddin, nos dicen los biógrafos, era un rudo negociante y entrenador de Hockey, quien murió cuando él era ya un cineasta y le dejó una herencia que le sirvió para financiar alguna de sus películas. Su madre, Herdis, era una mujer dominante que administraba un salón de belleza propiedad de su hermana. Guy es el menor de cuatro hermanos, el mayor de los cuales se suicidó cuando él era un niño de 7 años, hecho que marcó todo su desarrollo. Valgan estos breves datos biográficos para anticiparnos la posible procedencia de la oscura historia de la cinta que nos ocupa: BRAND UPON THE BRAIN!

El argumento de esta película está estructurado, como su subtítulo nos lo indica, en doce episodios, y cada uno de ellos contiene un pequeño núcleo narrativo dentro de una historia general. Guy Maddin (personaje de ficción homónimo, el propio director o una fusión de ambos, que el espectador escoja) un hombre adulto, regresa a la Isla de Black Notch, donde vivió su infancia. En esta isla sus padres regentaban un orfanato ubicado en el faro, y Guy y su hermana compartían con los huérfanos ese espacio claustrofóbico, así como sus horrores y rituales. Maddin/adulto llega al faro por una carta de su madre, quien le pide que vuelva allí y lo cubra con una capa de pintura, para honrar el lugar que un día fue su hogar y al que espera regresar. Al llegar, Maddin empieza a revivir los recuerdos de su infancia, de modo que, a partir de este punto, la película constituye un inmenso flash-back que culminará en el último episodio, cuando volvemos al Maddin adulto tras haber visitado su infancia.

En este mundo del recuerdo los padres son dos figuras nefastas: la madre es la matrona que controla, dirige y vigila a los húerfanos, gracias a un dispositivo “panóptico” instalado en el propio faro, un telescopio omnividente que permite captar cada rincón de la isla. El padre es una suerte de científico maligno que está trabajando todo el tiempo en su laboratorio y al que siempre se muestra de espaldas, de modo que sólo conocemos su rostro hacia el final y parcialmente, con excepción de algunos planos indirectos a través de reflejos y distorsiones. Si la madre es el gran ojo que todo lo ve, el padre está asociado con el sonido, pues ha creado una serie de dispositivos para controlar a través de la voz. En particular, unos aparatos llamados aerófonos, especie de intercomunicadores que le permiten a la madre llamar a sus hijos estén donde estén, y que estos le respondan. Los aerófonos tienen una particularidad: entre más intensa sea la relación emotiva entre los interlocutores, más fuerte es su señal sonora. No importa si esas emociones son negativas, como la rabia de la madre cuando sus hijos escapan o le ocultan secretos. Y es que el reino de la vigilancia extrema es también el reino de los secretos que se multiplican. Por otro lado, el padre también posee un Cuerno de llamada (la corneta de alarma del faro) con un poder hipnótico sobre los niños, y en particular sobre Sis, la hermana de Guy, que acude como sonámbula a los aposentos de su padre cada vez que suena este cuerno.



Este mundo cerrado ve roto su equilibrio por fuerzas externas que arriban a la isla. Se trata de Wendy y Chance Hale, dos hermanos salidos de una saga de libros de aventuras para adolescentes, titulados The lightBulb Kids, y que nos hacen pensar que aquí Maddin empieza a mezclar los recuerdos con las lecturas de su infancia, en una lógica muy coherente con la propuesta de este inmenso recuerdo que se despliega en múltiples capas. A propósito de su narrativa, que para algunos recuerda la lógica del inconsciente freudiano, Guy Maddin (el director) ha dicho:


He leído un poco a Freud, pero descubrí que realmente me arruinó los sueños. Me he descubierto tratando de analizar mis sueños mientras los estaba soñando. Así que me tomó alrededor de un año volver a disfrutar el soñar. Tengo cierto enfoque sobre las personas, cierto modelo de cómo piensa la gente, basado principalmente en mis propias experiencias de lectura y de cine, así como en algún contacto real con personas vivientes, y lo aplico repetidamente a situaciones familiares para ver si estoy o no entendiendo lo que está pasando. De vez en cuando reconozco caracteres que he encontrado en los libros, en los deseos secretos de alguien que conozco en la vida real. Veré en una amiga que está pasando por un mal divorcio el personaje de Medea, quien mató a sus hijos sólo para herir al marido que la abandonó. Me gusta atesorar el sentimiento de satisfacción que experimento cuando una persona real se transforma en alguien que habita una página y luego una vez más en alguien que conozco. Trato de trabajar los mismos mecanismos inconscientes, reconocer y plagiar los grandes mitos, seguir copiando, tal y como la gente siempre ha copiado a la literatura y la literatura ha copiado a la gente, siempre (Entrevista realizada por George Melnyk a Guy Maddin. En: The Young, the Restless, and the Dead. Interviews with Canadian Filmmakers. George Melnyk. (Ed.)  Wilfrid Laurier University Press. Ontario, 2008).
 

Así, en esta película aparece Wendy Chance, un personaje literario que se mezcla en la trama con la naturalidad de un invocado. El joven Guy se ve prendado inmediatamente de ella, pero la joven detective, que dice haber llegado para investigar “el caso del rostro en el faro”, se siente atraída por la hermana, Sis, y para seducirla decide travestirse en su hermano, Chance, generando desconcierto en Guy pero sin disminuir la fascinación, ahora enrarecida, que el pequeño siente por este personaje dual.

A medida que avanza la trama (y la relación entre estos tres personajes) Sis y Guy se alían con Chance/Wendy para descubrir a sus padres, culpables de una serie de acciones oscuras contra los huérfanos que se van revelando poco a poco: el padre ha encontrado la forma de extraer del cerebro de los niños un “néctar” que sirve para rejuvenecer a la madre, quien los mantiene bajo su dominio psicológico sometiéndolos a repetidos simulacros de su propio suicidio, o contándoles cómo ella fue extraída violentamente del vientre de su madre por su tía, celosa al no poder engendrar ella misma un hijo. Sin embargo, la rejuvenecida madre vuelve a envejecer cada vez que se enfurece, lo cual ocurre a menudo.

Al mismo tiempo, Sis y Chance sostienen un romance clandestino manteniendo todo el tiempo en la ambigüedad si la primera es consciente de que el segundo es en realidad una mujer. Luego la relación se vuelve abiertamente lésbica, y el excluido de este triángulo doble termina siendo Guy. 

Al final, Sis asesina a su padre después de una sesión de “extracción de néctar”, y los huérfanos lo entierran en la playa. Con la muerte del padre, la madre también pierde su poder y es expulsada de la isla, territorio que queda bajo un nuevo dominio, el de la dupla Sis/Wendy. Guy es entregado en adopción y abandona también la isla, para regresar muchos años después en el comienzo de la historia. 



Además de estos personajes, en la isla están Savage Tom, el mayor de los huérfanos, que se dedica a oficiar misas negras o rituales de vudú, pero que se mantiene fiel a la madre regenta, al punto de que cuando ésta es expulsada, él se va con ella. Y el pequeño Neddie, el mejor amigo de Guy, un niño traumatizado por haber matado accidentalmente a su hermano, y que termina siendo vampirizado por la Madre, ansiosa por obtener algo del néctar que su esposo ya no está en capacidad de darle.

En el último episodio, cuando volvemos a ver al Guy Maddin adulto, obcecado en pintar y repintar el faro para cubrir sus recuerdos y temores infantiles con capas y capas de pintura, vemos también el regreso de la Madre y del Padre, quien fue resucitado una vez en el pasado y que ahora lo es nuevamente. Su cuerpo fue guardado durante años en el estuche de un arpa, y ahora es un anciano perdido en ese palacio de memorias que es el faro de Guy. La madre lo ha traído a la isla una vez más, para que sea asesinado por segunda vez y enterrado en sus antiguos dominios.

En esta trama circular, vuelve a aparecer el fantasma de Wendy, al que Guy adulto le rinde culto, al punto de descuidar a su anciana madre, ahora ciega (privada de su mayor poder, la omnividencia). Cuando ésta lo llama, a punto de morir, a través del aerófono, Maddin corre a su lado y la ve morir en sus brazos, jurándole su amor en reciprocidad al que ella le ratifica. Pero no podemos saber si todo esto ha ocurrido, o si simplemente Guy se ha visto presa de sus recuerdos, imágenes del pasado que siguen la lógica del ciclo y la repetición, volviendo una y otra vez, como trasparencias que habitan los rincones de este faro imposible.

Este argumento se despliega a través de una serie de imágenes entrecortadas y superpuestas, en las que prima el blanco y negro (con algunos fotogramas en color incrustados en algunas secuencias, alusivos al néctar, a la fertilidad de la naturaleza, a la imagen de Wendy…), en un montaje acelerado que ha sido definido por su creador como un estilo neurológico de edición (Neurological Editing Style), apto para la lógica de las conexiones sinápticas que sigue este relato delirante. 

Otro elemento visual a resaltar es el permanente uso de filtros de desenfoque, efectos de caché como viñetas circulares, que nos hacen sentir que hemos visto la película entera a través de una mirilla o cerradura, como quien se asoma a un cuarto secreto, o como el espectador de un kinetoscopio de Edison.

Sin embargo, el espectáculo fílmico ideado por Maddin se ha ido al otro extremo de ese espacio cerrado del primer artilugio del "mago de Menlo Park". Si bien Brand Upon the Brain fue estrenada como película convencional y distribuida en teatros con una banda sonora añadida a la banda visual, Maddin también la ha presentado como parte de un espectáculo en vivo, en el que a la proyección de la cinta se suma una orquesta de once instrumentos, un director, cinco artistas Foley que ejecutan los efectos sonoros de la película en vivo, un castrato (Maddin: “me las arreglé para conseguir un Castrato de verdad. No uno decretado por el papa, claro está, sino un hombre que convirtió sus desgracias médicas de la infancia en una carrera maravillosa como cantante”) y un narrador, que cambia según la ciudad y la temporada. Para la versión estándar de proyección la narración la hace Isabella Rossellini, que ha colaborado con Maddin en varias cintas, pero para la función en español que se presentó en Buenos Aires la encargada fue, muy apropiadamente, Geraldine Chaplin, quien hizo también la traducción.

Maddin no le teme a los nuevos regímenes de la imagen. Por ejemplo, su cortometraje Nude Caboose fue pensado para ser descargado en teléfonos celulares (Maddin): "Me gusta la manera en que lucen las películas para celular. Se ven como un mundo contemplado a través de un acuario sucio: colorido pero turbio, maravillosamente turbio, ¡como una película con algas!". Sin embargo, Maddin también ha conseguido dotar de novedad el dispositivo fílmico tradicional del primer cine, cuando el parpadeo de la linterna mágica se ambientaba con el trueno y la voz, el piano y el aullido.

Ficha técnica

Título original: BRAND UPON THE BRAIN! A Remembrance in 12 Chapters.

Año: 2006.

Director: Guy Maddin.

Guión: Guy Maddin y George Toles

Textos de la narración: Louis Negrin

Editor: John Gurdebeke

Diseño de producción: Tania Kupczak

Música original: Jason Staczek

Cinematografía: Benjamin Kasulke

Duración: 95 minutos



Reparto



Guy Maddin adulto: Erik Steffen Maahs

Madre: Gretchen Krich

Guy Maddin niño: Sullivan Brown

Savage Tom: Andrew Loviska

Neddie: Kellan Larson

Sis: Maya Lawson

Padre: Todd Jefferson Moore

Chance Hale/Wendy Hale: Katherine E. Scharhon

Madre Joven: Cathleen O’Malley
Padre anciano: Clayton Corzatte
Madre anciana: Susan Corzatte

Para ver cómo se filmó Brand Upon the Brain!:

http://www.vimeo.com/7744187

La página oficial de la película:

http://www.branduponthebrain.com/



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