lunes, 4 de noviembre de 2013

Jodorowsky's Dune. Frank Pavich (2013)


Esta es la historia de una de esas películas cuyo atractivo radica en no haber sido realizadas nunca (*). Se trata del proyecto que Alejandro Jodorowsky emprendió cuando su película La montaña sagrada, su tercer largometraje, tuvo el éxito necesario para conseguirle un respaldo económico y creativo. El documental Jodorowsky's Dune, de Frank Pavich, nos cuenta la historia de esta gesta, que terminó en el olvido, pues ningún estudio de Hollywood quiso producirla, y la ambición de su realizador era que tuviera dimensiones universales.

Así que este documental es la historia de un fracaso. Es lo que sucede muchas veces cuando un gran creador no logra su cometido: la historia misma de la caída da lugar a otra obra, como la película Lost in la Mancha, acerca del proyecto fallido de Terry Gilliam de llevar a la gran pantalla la obra de Cervantes, en otra quijotesca batalla contra molinos imposibles. Y tal vez como ésta, el documental sobre la versión de Duna que jamás veremos tiene como gran mérito el mostrarnos lo grandioso, digno y estimulante que puede ser un fracaso.  

A mediados de los setenta Alejandro Jodorowsky se había granjeado todo un prestigio en el mundo del cine independiente, gracias a sus delirantes tres primeras películas: Fando y Lis, El Topo y La montaña sagrada. En Estados Unidos pequeños círculos alternativos lo seguían, y en Europa sus películas llenaban las salas y los festivales. Jodorowsky se convirtió inesperadamente en uno de los primeros cineastas de culto, esos cuyas películas siguen en circulación en horarios nocturnos, para que una minúscula tribu de fanáticos las siga viendo una y otra vez al amparo de la media noche. Por otro lado, se había topado con Duna, la novela de Frank Herbert, que además de ser también una obra de culto, era la novela cuya saga recogía muchos de los temas e intereses de la cultura hippie que ya estaba derivando en cientos de corrientes alternativas. Jodorowsky fue también presa de la fascinación por esta obra, pero en su extraño cerebro, Duna actuó como la semilla de una planta alucinógena que encontró un terreno fértil para mutar y convertirse en otra cosa. El cineasta nos dice que quería hacer una obra que cambiara el pensamiento de las personas, que expandiera la consciencia de todo el que la viera, que fuera como el LSD pero sin químicos, puro flujo óptico directo a las mentes que no tendrían otro remedio que expandirse.

Ilustración de Chris Foss para Dune, de Jodorowsky
Y para llevar a cabo esta Gran Obra (en el sentido alquímico del término), necesitaba un ejército de Guerreros Espirituales. No cualquiera podía trabajar en tal proyecto (de hecho, el director rechazó a Douglas Trumbull después de convocarlo, porque su inmenso ego le impedía ser un “guerrero espiritual”). Así que, poco a poco, y con el apoyo de su productor y cocreador Michel Seydoux, Jodorowsky se dedicó a reclutar a los elegidos. El documental nos va contando, en la voz del propio Jodorowsky, que alterna el inglés y el español con un acento que los unifica y los convierte casi en una lengua propia, cómo el artista fue seleccionando y contactando a cada uno de sus guerreros, con la ayuda del grandioso azar (o de la predestinación). Y no sólo el reparto artístico, sino el equipo técnico y creativo. El chileno tuvo la osadía y la habilidad para reclutar a los artistas H.R. Giger y Chris Foss, al realizador y por aquel entonces creador de efectos especiales Dan O’Bannon, e incluso al mismísimo Salvador Dalí, a quien convenció de actuar en su película prometiendo pagarle como a la más costosa estrella de Hollywood; también convenció a Orson Welles en su etapa de compulsiva obesidad, de que actuara en la película, ofreciéndole una cena vitalicia en su restaurante parisino favorito.

Entre los reclutados también estuvieron Mick Jagger (como actor) y el grupo Pink Floyd, que se encargaría de hacer parte de la banda sonora, así como el grupo Magma. Jodorowsky incluyo en el reparto a su propio hijo, Brontis, quien ya había actuado en una de sus películas anteriores siendo solo un niño, y a quien sometió a un arduo entrenamiento en artes marciales. El Story Board y el diseño de personajes estuvieron a cargo de Moebius, contactado por Jodorowsky tras quedar fascinado por sus cómics de blueverry.

Diseño de personajes de Moebius
No todos los mencionados aparecen en el documental, pero los que si lo hacen tienen el mismo brillo en la mirada, el mismo orgullo contenido, la misma fascinación por haber hecho parte de algo que consideraban verdaderamente grande, genial, visionario. Jodorowsky cuenta que todos los días les daba una charla de motivación, a la manera de un coach de fútbol. Sus colegas dicen que era como un profeta, y que sus palabras los embriagaban de ímpetu creativo. El propio director habla con orgullo y entusiasmo de esta etapa de su vida, de esta película que lo hizo sentir que moriría si no la llegaba a realizar. Michel Seydoux tuvo la idea de reunir en un libro todo el material de la película, para ofrecerla a los grandes estudios: el resultado es un hermoso tomo empastado, con las ilustraciones de Moebius y Foss en colores, el guion completo y las ideas para la producción, en un tomo de casi mil páginas, todo un libro-objeto, del cual se imprimieron varias copias para que buscaran un destino propicio.

Ilustración de Giger para el diseño artístico de la película

Pero ninguna lo hizo. El proyecto era demasiado ambicioso, extenso, complejo, exótico, para la industria cinematográfica de la época. Así que, rechazo tras rechazo, los guerreros de la luz tuvieron que aceptar que la película nunca llegaría a realizarse. Por lo menos no la versión de Jodorowsky, y si algo tenía claro este creador, era que no iba a permitir que le modificaran ni una letra, ni una imagen, al proyecto de su vida. Y tuvo entonces que aceptar que había fracasado. Para algunos de ellos el golpe fue muy duro. Dan O’bannon, que se había mudado a París para trabajar en la película, y que había vendido todas sus pertenencias, quedó en la bancarrota.

Sin embargo, los años posteriores demostraron que el equipo reunido por Jodorowsky para Duna era algo especial. Todos sabemos del trabajo posterior del propio O’bannon, de Giger y de Foss en Alien de Ridley Scott, la película de ciencia ficción que marcaría todo un giro en el género, hacia nuevas formas de visualidad. Llevando la cosa un poco más lejos, se ha rastreado la influencia del proyecto Dune en la trilogía Star Wars, otro de los grandes hitos de la ciencia ficción de la época. Y el documental muestra muchas otras equivalencias o derivaciones. Se dice que el libro de la película circuló por muchas manos durante los años setenta, y que a eso se deben estas influencias. Lo cierto es que muchas de ellas se derivan del talento del equipo, que proyectó las motivaciones y las ideas que Duna sembró en cada uno de sus miembros. Alejandro Jodorowsky cuenta que, al ver que todo había acabado, le propuso a Moebius que hicieran historietas, y de esa alianza surgieron las más famosas obras del cómic francés de los años setenta y ochenta, todas hijas de Dune y sus variaciones jodorowskianas.

Jodorowsky en su estudio, junto a su preciado libro de la película. Nicolas Winding Refn (director de Drive y quien, según se dice, va a dirigir la versión fílmica del Incal), que lo tuvo en sus manos, dice ser uno de los pocos que ha visto Dune, de Alejandro Jodorowsky, y que es alucinante.
En este punto, tengo que decir que no conozco bien la obra posterior de Jodorowsky, pero desde la distancia me parecía que, después de su etapa creativa en el cine y la historieta, se había vuelto un poco charlatán, con todo el tema de su psicomagia y su cabaret místico.

El documental de Frank Pavich cambió completamente mi visión de este creador. Pues eso es lo que es Alejandro Jodorowsky, aún hoy a sus 84 años, y eso es lo que nos enseña con este testimonio, recogido de manera lúcida y trasparente en esta película: el fracaso, para un creador, es solo un cambio de dirección. Un nuevo comienzo. Y todos somos creadores. Jodorowsky le habla a la cámara, como en todo documental, pero a través de ella nos habla a todos, nos señala y nos dice: atrévanse a crear, atrévanse a equivocarse. Tengan metas inmensas, sueños tan grandes como el propio universo: no sean avaros con sus sueños. Y lo dice con honestidad e ímpetu, con la fuerza del que no puede dejar de seguir su verdad y de hacerla surgir en todos los que se atraviesan en su camino. Y en cierto sentido, al menos por unos momentos, lo que dura la emoción de los minutos o las horas o los días después de que uno sale de ver una película que le ha tocado el corazón, es posible creerlo, y al menos por ese tiempo, que ojalá pudiera prolongarse, uno llega a sentir, sin L.S.D., una momentánea expansión de la consciencia.


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(*) Hay todo un libro dedicado a ellas: The Greatest Sci-fi Movies Never Made, de David Hughes.

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